Capítulo 1: El profesor
Querido tú:
Quiero contarte la
historia de mi vida, con el fin de que así me juzgues mejor. O da igual. Lo
harás de la misma forma. Dales pan y circo al pueblo y estarán contentos una
semana.
Me disculparás si cuento
esto desde el sarcasmo y el amor por los fascículos. Pero es como mejor me
puedes comprender. O no.
Veamos, llegué a éste
mundo en una familia media. En un país devastado. Que aún seguía creyendo en
que los tiempos pasados siempre fueron y han de ser mejores. En mi familia ya
había suficientes taras emocionales. Crecer en el seno de semejante locura no es bueno para una niña: te cambia
la visión de todas las cosas, de tu mundo mágico. Te convierte en una adulta
neurótica, frágil y maleable que va en busca de la figura paterna por
antonomasia que jamás tendrá.
Eso ocurrió a mis 17
años. Uno de mis profesores de instituto me hizo daño. Sí, tú: durante cuatro
años, mi vida giró alrededor de la tuya. Jugaste conmigo como si fuésemos la mosca y la
araña. La araña ganó y la niña de 17 salió perdiendo para siempre.
No quiero entrar en
detalles escabrosos, pero encontraste a una alumna débil que deseaba admirarte
y alimentaste aquella fantasía que ella anhelaba cumplir. Cuando dejó atrás el
instituto, tú seguías allí, entre mis temores ante lo que el futuro me
depararía. Siempre estabas presente como una obsesión, que tú te encargabas de
mantener viva. Sabías que estaba presa de la tristeza, y la supiste aprovechar.
Te encontrabas furtivamente conmigo y tanteabas el terreno, alimentando tu ego
y al acecho de la oportunidad esperada, haciéndome sufrir en el proceso. Un
hombre de 43 años y una niña de 18.
Ahora que eres padre,
espero que entiendas lo desamparada que me sentía. Fuiste un traidor a tu labor
docente y humana, y me encaminaste hacia un futuro incierto que tan sólo logró
aumentar mi soledad y tristeza. ¿Acaso puedes imaginar lo difíciles que fueron
aquellos años para mí?. No, nunca lo entendiste. Lo importante era tener ante ti
a una muñeca hermosa ante la que poder lucir tu superioridad mientras ella se
desmoronaba a cada segundo que pasaba. Creo que fuiste mi primer amor, pero tan
sólo porque no tenía a nadie más en mi vida. Ojalá no te hubiera conocido. Te
culpo de cómo fui y de las errores que cometí en los años posteriores. Me convertí
en alguien que se arrimaba a cualquiera en busca de calor humano, alguien sin
nadie en quien confiar, que puso todas sus ilusiones en los hombres, entre
quienes buscaba desesperada una figura paternal. ¿Sabes cómo me odié y cuánto
me costó salir de aquello?. Pero no, aún siendo padre, tú querías continuar el
juego...
No te preocupes, el
tiempo se encarga de poner todo en su lugar. Ahora te culpo, te comprendo, te
odio, y te perdono. Te olvido, y me olvido de aquellos años, aunque en las
noches más amargas, quisiera que pagaras por lo que hiciste. Creo que no te
quise nunca. Amaba el amor, como sólo puede amarlo una niña.
Por cierto, ¿sabes lo que
me hizo él?. Me violó. Tenía 21 años y lloré amargamente al llegar a casa, sin
tener a nadie a quien contarlo. Él y tú os conocíais. ¿Me avisaste?. Sí, y no.
Fin del primer capítulo.
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